Misioneros Combonianos - Ecuador

La Merced

Parroquia La Merced 
Apdo. 08-01-0065 ESMERALDAS (Ecuador) tel. +593-6/272.3116 
PARROQUIA fundada en 1940. Confiada a los Misioneros Combonianos el 13 de abril de 1955. Dedicada a Nuestra Señora de la Merced. Diócesis de Esmeraldas. 
P. Balda Echarri Martín José, sup.
P. Caravello Lorenzo
Hno. De la Cruz González Santos
P. Kakwata Kingwaya Séraphin
 

Una misión compartida

El P. Martín Balda, misionero comboniano español, ha pasado la mayor parte de su vida misionera en Ecuador, sirviendo a las comunidades rurales de Manabí y Esmeraldas, y en los centros de pastoral afroecuatoriana de Guayaquil y Quito. Desde 2005 es vicario pastoral del vicariato de Esmeraldas y actualmente también párroco de La Merced.
Por P. Francisco Carrera

En 1985, al P. Martín Balda le llegó el momento tan esperado de regresar a la misión en Ecuador, donde ya había estado haciendo una experiencia pastoral de algo más de un año al terminar sus estudios de teología. Al llegar, el entonces provincial y ahora obispo de Esmeraldas, Mons. Eugenio Arellano, lo llevó a visitar las misiones, comenzando por San Lorenzo; una vez allí, le comunicó que iba trabajar en esa misión.
Por aquel tiempo, la ciudad de San Lorenzo tenía unos 6.000 habitantes.  El centro de la misión tenía la estructura tradicional: la iglesia, la casa de los padres, la de las hermanas, un colegio y un dispensario o centro de salud. El estilo de misión era el mismo que se practicaba en las misiones combonianas de África: promoción de la educación y la salud, y énfasis en la catequesis. 
Al  P. Martín le asignaron, de nuevo, el seguimiento de las comunidades del campo. En ese momento, la población en las zonas rurales de la misión llegaba a los 30.000 habitantes, distribuidos en unos 70 pueblos a lo largo de la costa, de los ríos y de las vías del tren.
El P. Martín comenzó a visitar las comunidades del campo, normalmente de martes a domingo. Llegaba por la mañana a un pueblito y se dedicaba a visitar a las familias; al atardecer tocaba la campana de la capilla y, si iba alguien, organizaban un tiempo de oración. Para dormir encontraba lugar en la escuelita, en la misma capilla o en alguna casita que le ofrecían. La gente también le preparaba un poco de comida.
En la primera visita ya comenzaba a organizarse con los líderes de la comunidad para preparar las actividades que se podrían llevar a cabo. Al terminar en un pueblito, la gente lo orientaba para llegar al siguiente. De esta forma, pudo llegar a todas las comunidades y comprobar la situación en que se encontraban. Poco a poco, fue desarrollando la atención pastoral en el campo, comenzando con la formación de los catequistas y los guías de comunidad, que reunían en el centro de la parroquia cada cierto tiempo.
El P. Martín trataba de ir entendiendo la mentalidad de la gente del campo, incluidas sus ideas religiosas, y se fue metiendo en su mundo. Hay que tener en cuenta que, entonces, el 98 por ciento de la población de las comunidades del campo era afroecuatoriana, con una cultura muy distinta al resto de los habitantes de la zona.
Pastoral afroecuatoriana
Cuando ya estaba llegando al final de su primera etapa de cuatro años en San Lorenzo, el superior provincial le comunicó que iban a destinarlo a Guayaquil para trabajar en el Centro de Pastoral Afro que los Combonianos habían abierto hacía unos años. El objetivo de esa institución era acompañar a las familias afroecuatorianas que abandonaban el campo y se trasladaban a la ciudad en busca de un futuro mejor.
Cuando llegó a Guayaquil, El P. Martín y el hermano Agustín Jamal, misionero comboniano mozambiqueño que llevaba unos años dedicado a la pastoral afro, decidieron dedicar las tardes a visitar a las familias afroecuatorianas dispersas en los distintos barrios de la gran ciudad. De ahí surgieron pequeños grupos con los que se reunían para leer la Palabra de Dios, reflexionar sobre las experiencias de su nueva vida urbana y apoyarse los unos a los otros en lo que podían. Se reunían en las casitas de la gente, por lo que los grupos tenían que ser pequeños. De esa experiencia surgieron pequeñas comunidades cristianas entre la población afro.
Mientras, en el Centro de Pastoral Afro los misioneros dedicaban las mañanas a preparar materiales sencillos que ayudaran a la formación y celebración en los pequeños grupos. El hermano Agustín Jamal también se envolvió en la  organización en los barrios de cursos prácticos –corte y confección, mecánica, electricidad, etc.– que ayudaran a capacitar a las personas llegadas del campo y les facilitaran ganarse la vida.
De los grupos surgieron iniciativas muy interesantes, como la creación de cantos inspirados en las tradiciones afroecuatorianas y la incorporación de elementos de su cultura en la liturgia, especialmente danzas.
Tras cuatro años en Guayaquil, el P. Martín fue de vacaciones a España y le pidieron que se quedara allí como ecónomo provincial. En 1999, volvió a Ecuador destinado al Centro de Pastoral Afro de Quito para sustituir al P. Rafael Savoia, que también trabajaba en la Conferencia Episcopal del país, ocupación que asimismo asumió el P. Martín.
Esmeraldas
En 2004, el superior provincial lo envió a Borbón, en Esmeraldas, para atender las comunidades de los ríos. Sin embargo, poco después, el obispo, Mons. Eugenio Arellano, lo trasladó a la parroquia de La Merced, en la misma ciudad de Esmeraldas, y después lo nombró vicario de pastoral para todo el vicariato apostólico.
Como vicario de pastoral, el obispo le encomendó poner en marcha la elaboración de un nuevo directorio pastoral que recogiera las últimas orientaciones de la Iglesia latinoamericana. También le encargó organizar momentos en que todos los agentes pastorales del vicariato se reunieran para compartir y crear comunión entre ellos.
Crearon un equipo para elaborar el nuevo directorio; se encontraban para analizar todos los aspectos de la Iglesia en Esmeraldas e intentaron movilizar a los párrocos para que en cada parroquia se crearan pequeños equipos de liturgia, de catequistas, de jóvenes, de pastoral social, de misiones, etc. Ellos debían animar al resto de la parroquia en sus respectivas áreas. Con representantes de los equipos parroquiales, se constituyeron los equipos diocesanos, que coordinan las actividades a nivel de todo el vicariato.
La tarea del P. Martín es animar y coordinar todos esos equipos. En la ciudad de Esmeraldas hay 11 parroquias y otras 14 en las zonas rurales, con unos 60 sacerdotes y alrededor de 90 religiosas. Se busca que los agentes pastorales trabajen conjuntamente.
Desde 2007 hasta ahora, el eje central desde Aparecida está siendo la misión. Esmeraldas ha sido siempre una iglesia misionera, pero ahora más que nunca la misión es el eje que está dando fuerza a la vida y actividad del vicariato. Allí la llaman la “misión compartida”, para involucrar a todos –sacerdotes, religiosos/as, laicos, parroquias, movimientos, etc. – en este proyecto de llevar la Buena Noticia de Jesús a todos los sectores de la sociedad; se trata de pequeñas misiones populares. La idea es salir a los diferentes barrios y que las parroquias no se queden encerradas en sí mismas.